He tenido un problema recurrente desde siempre: recordar cosas y no fingir demencia.
Desde los dolores pasados a la alegría extinta.
Nunca he entendido a las personas que llegan a mi vida con un pliego petitorio sobre lo que les gustaría agregarme, quitarme, lo que quieren que olvide y lo que quieren que siempre tenga presente.
No se cuando las personas con historia, con manías y marcas que aún sin palabras dicen todo, se volvieron leprosos.
Mis propiedades espirituales son tan preciadas, que aunque muchos gusten de verlas como lastres, prefiero renunciar a un futuro incierto antes que a todo lo inherente a mi.
Creo que es por eso que cuando las propiedades de alguien más son sal en mis heridas, siempre he preferido retirarme antes que intentar transigir.
Divague todo eso mientras tuve un deja vu, guiada inconscientemente por mi memoria auditiva, recorde el día que conocí Apolo, cuando dejamos de hablarnos de usted, nos besamos, nos cortamos el cabello cargando fetiches del otro en la cartera.
Recordé esa larga lista de etcéteras que han incomodado a tantos y que yo recuerdo sin siquiera tener una buena razón para hacerlo, sólo por que al final más que propiedades, parecieran ser parte de mi y lo que soy.
No hay comentarios:
Publicar un comentario