Alguna vez alguien me pregunto si nunca había considerado que la gente de Oriente medio tiene una predisposición genética a ser intolerantes al alcohol y no al Islam que yo romanceo tanto.
Dije que no era malo sublimar los vicios, considerando que tengo manías extrañas que me complacen mucho y que son el resultado de la huida de algo más dañino y sin embargo lógico.
Mi último vicio adquirido es el bendito café, me ha acompañado desde mis últimos días de escuela y mis primeros días de oficinista aburrido, aquellos días cuando ver el sol era un privilegio, hasta ahora.
Pero hoy he pensado en reformarme y dejar el café que me destroza el estómago junto con mis humores flemáticos y biliares.
¿Qué me hizo considerar tan fúnebre opción?
El hecho de que el café de mi oficina sabe tan mal últimamente, que cualquiera diría que lo prepararon con colillas de cigarro en lugar de algún polvo soluble.
Y si digo 'polvo soluble' es porque la opción de utilizar maravillosos granos reales aparentemente se ha convertido en un lujo.
Maldita crisis, sniff
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