domingo, 13 de septiembre de 2009

Los desterrados, hijos de Ares.

Él defendía lo que creía y lo que amaba con vehemencia, con argumentos de plata, mercurio o plomo de ser necesario.

Yo tengo escrito por toda la piel que soy suya y nunca esperé leer en los tatuajes de tu piel que tú eras mío.

Él me amó hasta su muerte y yo quisiera pensar que yo haré lo mismo contigo, aunque esté más allá de la lógica y de la comprensión de los ajenos.

Afinidad espiritual, quizá.

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